Por: Dr. Norman González Chacón
A través de la historia del mundo, hemos conocido de muchas culturas que incluyen dentro de sus creencias la adoración al Sol como un dios: los indígenas de casi todo el mundo, la cultura egipcia, la mesopotámica, la china, la japonesa, la griega, y la hinduísta. Cuando los colonizadores llegaron a América encontraron que los incas mexicanos también adoraban al Sol. Los primeros cristianos que llegaron a América trataron de convencer a los nativos que la adoración al Sol era idolatría y los trataron de cristianizar, hasta que lo lograron, exitosamente según ellos. Por su concepción del mundo, los pueblos primitivos creían ver en todo lo que les rodeaba y que ellos no podían explicar, la manifestación de los espíritus o fuerzas mágicas que eran manejadas por poderes ocultos. De esas experiencias, surgen los mitos que para muchos son la realidad existencial de su experiencia de vida, hasta que se puedan convencer de lo contrario.

No obstante, en la realidad de muchos, los mitos pueden esconder verdades profundas bajo la apariencia de alegorías, cuentos populares fantásticos, o hechos históricos reales, deformados y convertidos en fantasías por la imaginación popular. No vamos a discutir en un corto escrito, toda la historicidad de las diferentes culturas que han adorado o venerado al Sol como a un dios, porque sería llover sobre mojado, tratar un tema que si no se destaca una verdad oculta, no es de interés para nuestros propósitos ni para nuestra edificación como cristianos, que entendemos la diferencia entre una creencia idólatra y una verdad eterna.
El relato bíblico de la creación nos asiste en la redacción de toda verdad, que de alguna manera, nos ayude a edificarnos y a instruirnos como parte del proceso de preparación espiritual. El relato de la creación nos indica, que antes de crear Dios las dos grandes lumbreras de la tierra, tuvo que iluminar temporeramente la Tierra o el planeta que había de dar lugar a la nueva creación; lo hizo, apartando la luz de las tinieblas que cubrían la tierra, que estaba desordenada y vacía. Con su palabra poderosa y fuerte dijo: “Sea la luz y fue la luz” y vio Dios que la luz era conveniente y buena para los fines de la creación, y así comenzó estableciendo el orden de acuerdo a la necesidad y conveniencia de su plan original. La primera luz que iluminó el inicio de la creación y la instalación del orden en medio del caos de las tinieblas, fue la luz provisional de su presencia. No fue sino hasta el cuarto día cuando ya se había creado toda la naturaleza verde y los árboles que dan frutos en la tierra, que apartó las aguas de las aguas, que hizo toda la alfombra vegetativa del planeta, y procedió a crear las dos grandes lumbreras: La que iluminaría y señorearía durante el día, y la que iluminaría y señorearía en la noche: El Sol y la Luna. Aquí es importante para nuestro estudio de hoy, que analicemos a fondo la palabra que se traduce como señorear: Es un verbo transitivo que indica dominio, control, mandato, sujeción, imposición, enpoderamiento, y posesión absoluta.
Nota: Cuando analizamos el vocabulario que la biblia usa para ciertas expresiones, a veces perdemos el verdadero sentido de lo que nos quiere decir el Creador cuando expresa su voluntad y nos quiere hacer entender algo muy específico. Los idiomas que surgen de Babel, no son propios en describir la voluntad divina en su máxima expresión y nos deja a la discreción humana, el entendimiento de las grandes verdades del Reino. Por esa razón, una de las importantes misiones de la Espíritu Santa es la de iluminar la mente humana con el entendimiento divino cuando el pensamiento se va lejos de la expresión lexicográfica. Por eso, a veces necesitamos muchas palabras para expresar lo poco que necesitamos saber o comunicar del conocimiento divino de una verdad oculta específicamente, en las palabras que salen de la boca de Dios y son traducidas por hombres que no tienen la inspiración divina en lo que hacen.
Señorear es ejercer control y dominio. Sabemos que del Sol sale la energía que ilumina la tierra y da vida a todas las cosas creadas. Sin Sol, la Tierra palidece, se humedece en extremo, y toda vida muere por falta de la energía solar. No podemos concebir el planeta tierra sin el Sol. Antes del diluvio, no había llovido ni era necesaria la lluvia porque la tierra, estimulada por los rayos del Sol, salía un vapor que regaba las plantas y mantenía el balance perfecto de la humedad terrestre, pero el diluvio, ese cataclismo que inundó la tierra como castigo a la iniquidad, nos privó de ese beneficio y creó las grandes montañas y riscos que impiden que ese vapor riegue la tierra equitativamente como lo hacía en un principio. En su lugar, hay que esperar por la lluvia, si ésta viene a tiempo para regar las plantas y las cosechas.
A los científicos les intriga, y hacen cientos de conjeturas y teorías con respecto al combustible que hace arder el fuego solar sin que se extinga. Cada mente da su propia versión basada en conceptos concebidos para explicar científicamente lo que no tiene explicación científica razonable, porque está basada en la teoría o en la realidad que desconocen. ¿Cuál es esa realidad? Primeramente, tenemos que considerar la magnitud del fuego solar que atraviesa miles de kilómetros del frío espacio que separa la Tierra del Sol, y aún así, sentimos su fuerte calor en la tierra, su brillante luz nos ilumina, y por más años que lleva encendido, nunca se ha apagado ni agotado el combustible, ni nos llega el olor a gas quemado, de la enorme combustión que arde constantemente.
Con la luz solar, podemos energizar toda la tierra, calentar el agua, mover grandes motores y generadores, iluminar eléctricamente todas las luces que una ciudad necesita para estar clara y segura, para alumbrar edificios, calles y carreteras. La energía que recibimos del Sol supera todas las fuentes hidroeléctricas, las plantas de energía nuclear, y los grandes y poderosos generadores de las grandes empresas que suplen energía a los países, las fábricas manufactureras, al comercio, a la industria, y a los hogares de todo el mundo. Si utilizamos la energía solar efectivamente, podríamos mover el Mundo económicamente y nunca se agotaría esa reserva energética que se pierde, por no usarse adecuadamente. Por esa razón, las generaciones que viven en este siglo, pierden la oportunidad de tener energía renovable y constante, al costo más bajo posible. No hemos sabido utilizar esa fuente energética que está disponible y que produce millones de kilovatios por segundo, sin que los podamos aprovechar.
Las culturas y civilizaciones que han adorado al Sol como un Dios, en su ignorancia, lo han hecho reconociendo el gran poder energético que éste astro comparte con la tierra; da luz y vida a toda cosa creada, y aún tiene reservas suficientes para mover el planeta eléctricamente. ¿Cómo podemos explicar este fenómeno energético que nunca se agota, que nunca se apaga y que nunca ha disminuido su aportación calórica a la tierra?
La Iglesia cristiana, nuevamente se cuelga en la escuela de la vida, cuando no ha sabido explicar las verdades eternas expresadas en el libro de Dios. Desde siempre, Dios ha manifestado su presencia divina a su pueblo, y éste no ha entendido el lenguaje divino, ni para su salud, ni para su conocimiento y aprovechamiento eterno. Cuando Dios le hablaba a Moisés y a los profetas, su presencia o santa “Shekinah”se manifestaba en un fuego que no consumía la zarza, ni quemaba el suelo donde se manifestaba. Hay multitud de textos en la Biblia que se refieren a Dios como el Sol de Justicia, y a Cristo, como la estrella resplandeciente de la mañana. (Salmo 84:11, Isaías 60:19, Apocalipsis 22:16, y Números 24:17.
Lo cierto es que para mantener el calor de la tierra, dar vida a la vegetación, y mantener la vida saludable de la gente, ese Fuego Eterno debe arder constantemente, sin quemar la superficie del planeta, sin consumir o agotar la energía, sin gastar combustible, sin agotarse el suministro, y sin la más mínima merma del poder energético. La NASA dice que el Sol es una bola de fuego, y muchos científicos han dado explicaciones muy lógicas de la producción permanente de gas que hace combustión en la superficie solar que energiza y emana de su interior. Todas esas teorías, son especulaciones humanas. Se pueden creer o no creer, de acuerdo a lo que cada cual interese, pero existe una gran verdad que se reveló en el Monte Sinaí a Moisés y que acompañó al pueblo de Israel a través de todo su viaje a Canaán: Se trata de la presencia divina. Dios mismo estuvo con ellos en el camino, les indicó cómo hacer un lugar especial para él manifestarse: Un santuario donde su presencia fuera visible para ellos. Una nube que se posaba sobre el lugar Santísimo del tabernáculo, indicando que allí estaba el sumo sacerdote oficiando el servicio de expiación. ¿Dios mismo? Su presencia henchía el lugar con fuego sagrado que no quemaba las cortinas, ni la madera, ni el altar de oro. En ninguno de esos muebles quedaba olor a quemado. Era Dios en persona, visitándolos en cada servicio anual.
Los grandes y afamados científicos de esta Tierra, en su mayoría, tienen más fe en las teorías científicas que en los hechos y relatos bíblicos; se pierden en las especulaciones que ellos mismos crean para explicar los fenómenos que la ciencia no puede explicar, y por esa misma razón, los cristianos no deben confiar a ciegas en sus postulados científicos, a menos que éstos, estén basados en la información que se desprende del escrtito bíblico. Por esta razón, no han podido explicar, convincentemente, las razones inagotables del fuego solar que nunca se apaga, ni quema el suelo de ese planeta. Cada uno da su propia versión basada en conceptos concebidos previamente para explicar “científicamente” lo que no tiene explicación razonable, porque se basa en hechos que desconocen.
El Fuego Divino es un elemento purificador que sólo quemará a los impíos y al pecado. Por esa razón, cuando Nadab y Abiú, los hijos del sumo sacerdote Aarón, trataron de encender fuego extraño en el santuario, fueron fulminados y murieron por el mismo fuego común que encendieron en el lugar donde se manifestaba el fuego divino, la Santa Shekinah o presencia de Dios.
La promesa a los creyentes está en Salmos 121:6-8. Y lee como sigue: “El Sol no te fatigará de día ni la Luna de noche. Jehová te guardará de todo mal. Él guardará tu alma. Jehová guardará tu salida y tu entrada, desde ahora y para siempre”.
Cuando Dios dice en su palabra: “Yo soy el Sol de Justicia”, tenemos que creer que la Justicia Divina se posa sobre los que obedecen sus leyes, sus preceptos y sus mandamientos, y que reciben la iluminación divina sobre sus vidas. El santuario de este tiempo donde se manifiesta su presencia en forma del fuego emocional divino, no quema, pero ilumina el intelecto, nuestra mente y toma presencia en nuestro cuerpo; Es en nuestro cuerpo que hoy está el altar de los holocaustos, la fuente o lavacro del agua, el lugar Santo con el candelero y los panes, y el arca del testimonio, donde se manifiesta la Santa Shekinah.
Al igual que la zarza que impresionó a Moisés, porque ardía y no se consumía, ni se quemaba, la presencia de Dios se manifiesta en el Sol y nos calienta, nos da vida, y nos vigila de cerca para sostenernos en salud. La presencia divina, el trono de Dios, fue movido a la galaxia terrestre. Desde allí, nos protege de los enemigos que de todas partes vienen a provocar guerras, calamidades y problemas de toda índole a la humanidad.
En otras palabras, cuando Dios hizo el Sol para que alumbráse la tierra, movió su trono para estar más cerca de su última creación. Jehová dijo así: “El Cielo es mi solio. Y la tierra estrado de mis pies, ¿Dónde está la casa que me habréis de edificar? ¿Y dónde está el lugar de mi reposo?” El solio de Dios, su trono o su silla real, está desde el cuarto día de la creación de esta tierra, en el Sol que nos acompaña día tras día. Desde allí, Jehová nos ilumina el día y le presta su luz a la luna para que nos alumbre en la oscuridad de la noche.
Las culturas que adoran al Sol, que lo han visto dando vida a toda la creación, instuyeron que allí, estaba la fuerza energética más poderosa que ellos podían ver en la naturaleza. En su ignorancia, han adorado al astro de donde emana la presencia divina creyendo que es Dios. Aunque la Biblia asevera que Dios es fuego consumidor, su presencia está en medio del cerco de fuego que lo acompaña a donde quiera que va, y se manifiesta como en la zarza, sin chamuscar, ni quemar o consumir el lugar donde se manifiesta.
No podemos juzgar: ¿Quién es más culpable de ignorar esta gran verdad que surge ante nuestros ojos, las culturas que adoraban al Sol porque intuían la presencia divina, en algo tan excepcional, o la iglesia cristiana que rechazó la iluminación divina sobre este tema y declaró idolatría, lo que podría ser la gran revelación divina de la morada del Dios Creador del universo, adaptada a esta tierra, “Dios con nosotros”?
Nuestro Sol, a diferencia de otros soles que se encuentran en el vasto universo, cuenta con la constante presencia divina que nos ilumina, nos cuida, nos da alimento y vida a través de la naturaleza que sostiene, desde el mismo centro de la vía láctea, justo, por donde descenderá Cristo, su hijo amado, para tomar el Reino, el Poder y la Gloria del Padre.
Hagamos un ejercicio saludable de justicia. Digamos: El trono de Dios, su silla de rey, su morada actual está en el Sol, porque Dios nos ama tanto, que decidió venir a morar con nosotros sus hijos, como lo haría todo padre amoroso.
Cuando entendamos a fondo el plan divino para la familia humana en esta tierra, es que alabaremos a Dios como se merece y le daremos la honra y la gloria que le hemos negado. Si abrimos nuestro entendimiento al gran plan de redención, entenderemos mejor el plan divino para la raza humana, y podremos colaborar con Dios para que la familia del cielo y la familia de la tierra se unan y sean una sola: La familia de Dios.
Entonces el Padre saldrá de su trono y opacará al Sol con su presencia. “No habrá más necesidad de sol ni de luna, porque el mismo Señor Dios, los iluminará y reinarán por los siglos de los siglos” Apocalipsis 22:5.
Nota: Para pertenecer a ese pueblo privilegiado, tenemos que cuidar nuestro ADN como un tesoro precioso que no debe ser dañado con ninguna cosa que cambia la imagen divina en nuestro genoma. Por esa razón, los que han de pertenecer a esa nueva creación, no deben utilizar drogas químicas, ni consumir barbitúricos, opioides, esteroides, alcohol, tabaco, ni nada que afecte las neuronas, los genes, ni las funciones cerebrales que deben ser guardadas de toda toxicidad y de toda intervención química o física que pueda alterar nuestro RNA mensajero, y por consiguiente, nuestro genoma o ADN. Tampoco debemos consumir carne de animales para evitar que la sangre de éstos contamine nuestra sangre y cambie la configuración de nuestros genes.
Todas estas previsiones han sido ignoradas por las enseñanzas de la Iglesia cristiana que ha rechazado las recomendaciones divinas dadas desde un principio, para conservar la integridad de la creación en cada criatura. Es lastimoso y muy triste saber que iglesias enteras con todo y pastor, serán rechazadas el día en que el Señor haga juicio y ponga: Unos a la derecha para salvarse, y otros a la izquierda para ser quemados en el fuego eterno (Mateo 25:33-46). El fuego eterno los consumirá y las drogas químicas que utilizan, les servirán de combustible al fuego. ¡Cuidado con las vacunas que afectan el RNA mensajero! Con el tiempo, todo ese material genético pueden ir cambiando y programando el genoma para ser manipulado por la ciencia moderna. Nuestra identidad celestial, no debe ser alterada con nada que intervenga la configuración genética que recibimos al formarnos en el vientre de nuestra madre. Esta identidad es sagrada; es el código con el cual nos identifican en el registro divino. Si lo perdemos, estamos perdidos y no existimos para Dios. Las leyes de la genética divina no permiten cambios ni alteraciones. Por esa razón, al pueblo de Dios se le prohibió consumir sangre debido a que: “Ni carne ni sangre heredarán el Reino de los Cielos” (1 de Corintios 15:50). Esta declaración es cónsona con Génesis 9: 4-5, donde Dios le hace claro al hombre, que toda sangre, sea humana o de animales que se derrame en la tierra, será castigada con sangre. (Véase el escrito: “El Origen de la Sangre” en este blog).
Me encantaría tomar clases de teología con usted. Los Sábados que suelo trabajar pero estoy tratando de quedarme en mi casa y leer todos sus blogs. Mil gracias pq comienzo a a leer y entender la biblia. Me gustaría hiciera un escrito de Enoc.
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Te avisaremos de clases on line muy pronto!
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Con todo su conocimiento me doy cuenta que a pesar del mismo, usted esta prejuiciado contra la iglesia evangélica, por que en cada blog siempre esta su comentario contra la iglesia. La biblia enseña que la salvación es por reconocer a Jesús como nuestro salvador y servirle en espiritu y verdad y no por sus opiniones y comentarios basado en su propio criterio influenciado por su obsesión de que todo el mundo tiene que pensar como usted piensa y que usted tiene la verdad absoluta. Dios le otorgo al mundo libre albedrío para escoger y todos tendremos que dar cuenta a El.
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Saludos Amalio: te estoy contestando tu comentario en el tema de hoy: Milagros o Falsificación?
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Prejuiciado? No sabes que el pre-juicio es bueno! Todos estamos bajo pre-juicio divino y tendremos que dar cuenta de todo lo que decimos, pensamos y hacemos. Así es que:
PREJUICIATE
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Excelente mensaje de interés para todo para poder entender mejor a nuestro creador!
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Muchas Gracias
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