Los Tres «Reyes Magos»

Por Dr. Norman González Chacón

La historia de estos tres reyes magos que vinieron de diferentes países a adorar al rey de los judíos que nació en Belén, es un relato bíblico de gran significado, debido a que estos reyes, que no eran en verdad reyes ni tampoco magos, eran hombres sabios y estudiosos que conocían las profecías y seguían los acontecimientos que ocurrían en el mundo, aún cuando no contaban con los medios de comunicación que tenemos hoy. Ellos, y cada uno en su país de origen, y por separado, notaron en el cielo una señal que confirmaron individualmente que se trataba del nacimiento del rey de los judíos y salvador del mundo.

Para conocer esta información y poder identificar la señal, había que estar muy al tanto de las profecías que pertenecían al pueblo de Israel y como ellos le llamaban “los judíos”. El capítulo 2 del libro de Mateo, registra este acontecimiento tan particular y los detalles que eventualmente provocaron la ira y los celos políticos del rey Herodes que culminaron, dos años después con la muerte de todos los niños varones de dos años o menos.

¿Cómo concluimos que eran tres? Por la información que aparece en los evangelios apócrifos y por los regalos que cada uno de ellos le trajo al niño: oro, incienso y mirra. Se ha especulado mucho con respecto a estos dones, pero en la antigüedad se acostumbraba a dar este tipo de obsequio a la realeza y a los dignatarios importantes de un país. Estos aceites perfumados eran muy apreciados por su escasez y su importancia. Los tres aceites más importantes y usados, tanto en las ceremonias reales como en los ritos sagrados, eran el aceite de menta, el de incienso y la mirra. En los escritos más antiguos se denomina el aceite de menta como el oro de todos los aceites y muchos escritores de su tiempo no consideraban que era bueno ni conveniente regalar oro a un dignatario. Pero cuando se trataba de un dirigente de un pueblo como el judío, los aceites esenciales puros de calidad única eran más valiosos y apreciados que el oro. Por eso le llamaban oro al aceite de menta que se apreciaba para muchos usos, tanto litúrgicos como medicinales y que era el único remedio disponible para alejar los insectos, moscas, mosquitos y otros que podían afectar la salud de un niño que nació para ser rey. Por esa razón, el aceite más apreciado en el oriente era la menta, en África la mirra y en Europa el incienso. Cada uno de ellos, trajo de la representación de un regalo regio de su país al rey que acababa de nacer.

El oro de la Palestina es conocido por su calidad y pureza en todo el mundo, y a nadie de otro país se le hubiera ocurrido traer como regalo a su rey de esa región, el oro que tanto abundaba en esa región. Es más lógico pensar que como rey, le sobraría el mejor oro del mundo y al escoger un regalo para un rey nacido, el aceite de oro era el regalo más apreciado y lógico que se podía obsequiar. Se denomina oro de la Palestina a los aceites esenciales de ese país y en particular al aceite de olivas y de menta. Así estos hombres sabios venidos de los tres continentes conocidos del mundo; Europa, Asia y África, sin tener la manera de ponerse de acuerdo, cada uno salió de su tierra en un largo viaje para rendirle culto al nuevo rey nacido. Se encontraron en el camino y se gozaron al saber que otros sabios también habían visto la nueva estrella que señalaba el acontecimiento más grande de la historia en su tiempo. Cada uno traía un presente que significaba el más preciado perfume para un rey nacido y para sus padres.

Es lógico que si Baltasar vino de África no viniera en camello; se dice que vino montando un elefante y Melchor a lomo de caballo y Gaspar en camello. Todas estas aseveraciones son conjeturas que utilizan la lógica de su tiempo para ubicar tiempo y espacio en la historia. Si lo modernizamos diríamos que uno llegó de África en un Land Rover, otro de Europa en un Mercedes Benz y el otro de Asia en un Lexus. La historia ha consignado que los tres vinieron en camellos y vemos las postales de los tres reyes con sus camellos siguiendo la estrella.

Es interesante el hecho de que en la biblia se destaca la estrella que los guió hasta Jerusalén donde le preguntaron al rey Herodes por el recién nacido rey de los judíos, más importante es aún el hecho que los asesores del rey nada sabían y tuvieron que recurrir a los sacerdotes judíos que oficiaban en el templo para saber donde nacería el Mesías. Estos, le contestaron correctamente, pero desconocían el tiempo y como ocurre con la iglesia cristiana de hoy, no vieron la estrella por estar muy ocupados en sus actividades proselitistas.

Como explicamos en el artículo “El Sello de Dios” de este blog, la estrella es el sello de Dios en la naturaleza, y para la época del Mesías, la estrella estaba configurada por un grupo de ángeles que desde el oriente guió a los magos hasta Jerusalem. Al entrar en la ciudad, perdieron la estrella porque en las ciudades no se pueden ver las señales de los cielos.

Al encaminarse hacia Belén de Judea, y salir de la ciudad, volvieron a ver la estrella que los guió hasta el mismo pesebre y se posó sobre la improvisada cuna del niño Jesús. “Y entrando en la casa” (Mateo 2:11), “vieron al niño con su madre María y postrándose le adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra”. Mateo dice que fue una casa y Lucas en un pesebre (Lucas 2: 7, 12 – 16). Ambas versiones se pueden conciliar pues el pesebre pertenecía a una casa de huéspedes o mesón donde se quedaban todos los que venían al censo o empadronamiento que estaba ocurriendo en Jerusalem y a donde acudían los judíos y habitantes de todo el país para cumplir con ese requisito del gobierno. En ese humilde pesebre, nació el salvador del mundo, el dueño de todo el universo, el Rey hijo de Dios.

Volviendo a los sabios que vinieron de oriente, es importante destacar el gran esfuerzo que requería en ese tiempo viajar a lomo de un animal, cualquiera que fuera. Era un viaje agotador, largo desde cualquiera de los tres continentes de los cuales salieron cada uno de ellos, y muy arriesgado por los peligros que podían enfrentar en los caminos por donde tuvieron que pasar para llegar a Belén.

Tenemos que destacar el hecho de estos sabios y estudiosos hombres que salieron por fe siguiendo una estrella. Una estrella que no solo alumbraba el camino, sino que los dirigió exactamente al lugar donde nació el Salvador. En este caso, la estrella era formada por miles de ángeles anunciadores. “Los cielos cuentan la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos” (Salmo 19:1), a diferencia de lo que llaman “la estrella de Belén, actualmente, que es la conjunción de Saturno y Júpiter. Hoy día, de nuevo debemos estar esperando la venida del Salvador del mundo a esta tierra. La señal de su venida es la misma que anunció su nacimiento. Una estrella al oriente o norte de la tierra. Como se le presentó a los magos de oriente, pero dentro de las ciudades no podremos ver la señal porque las distracciones, las luces, el bullicio, la prisa, las ocupaciones, los edificios, la gente, las actividades diversas y la atmósfera contaminada de las ciudades, no permiten que apreciemos al grupo de ángeles que forman la estrella de este tiempo y que señala la inminente venida del Salvador de nuevo. 

Volvamos a ver el artículo de este blog “El Sello de Dios” para repasar el tema de la estrella porque es así como la veremos en su tiempo. Recordemos que tan pronto entraron a la ciudad, los sabios perdieron de vista la estrella y se perdieron en la ciudad, para llegar al palacio de Herodes donde le pusieron en sobre aviso del nacimiento del Salvador. Esto le costó la vida a muchos niños que murieron por Jesús y que los veremos y conoceremos cuando estemos en el nuevo reino. Niños que crecerán y se harán hombres en la tierra nueva. 

En el Apocalipsis, Jesús se le presenta al apóstol Juan, que escribe el mensaje y lo describe en las visiones como la Estrella Brillante y de la mañana (Apoc 22:16).  En el   blog “El Sello de Dios” se hace referencia a las estrellas que identifican la creación de Dios en el cielo, en la tierra, en el mar y en cada criatura apta para salvación eterna. Cuando veamos su estrella brillar en la naturaleza, reconoceremos la creación por su autor, y estaremos listos para reconocer la estrella que anunciará su próxima venida en una nube de ángeles formando una estrella. 

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