La Fe, ¿Te puede Sanar?

Por: Dr. Norman González Chacón

Esta es una historia bíblica corta, pero de gran relevancia en la experiencia cristiana de la iglesia en este tiempo.  Se trata de la mujer que llevaba sufriendo por doce años, una hemorragia o flujo de sangre uterino que ningún médico de su tiempo había podido curar.  Precisamente, de médico en médico, dice el evangelista, que había gastado todo su dinero y no había podido conseguir alivio.

De acuerdo con nuestra experiencia en el campo de la salud, y por las circunstancias específicas del caso, esta mujer debe haber sufrido una terrible y cruel violación muy temprano en su vida. Los resultados, tanto físicos como emocionales fueron devastadores.  Además de haber gastado todo su dinero en médicos, y posibles remedios y tratamientos, por las leyes del templo no podía acudir a muchas reuniones donde no se permitían mujeres con flujo menstrual.  Estaba aislada de la sociedad de su tiempo, marcada por el incidente altamente bochornoso y vergonzoso, y sin esperanza de curarse, pues los médicos nada pudieron hacer para ayudarla y la arruinaron económicamente.

Así las cosas, arruinada su salud y económicamente destruido, su estado emocional tenía que ser un desastre.  En esas circunstancias, no podía pensar en tener su propia familia, ni tan siquiera encontrar un hombre con quién casarse pues por su condición era rechazada por todos en la sociedad, por los sacerdotes, y por ella misma.

Cuando oyó hablar del Maestro, su atribulado corazón y sus agotadas energías debido a la constante pérdida de sangre, se fortalecieron con una idea que vino a su mente; “si tan solo tocare su vestido, seré salva” (Marcos 5:28, Mateo 9:21).  

Nuevamente volvió la esperanza a su abatido espíritu.  No solo había gastado todo su dinero en los médicos de su tiempo;  A la vez, se habían esfumado sus esperanzas de curación y su estado emocional era cada día peor.  Cuando oyó hablar del Maestro, un rayo de esperanza pasó por su mente y comenzó a planear su estrategia para ver al Señor.  No era fácil, Jesús siempre estaba rodeado de mucha gente, y por la naturaleza de su condición, no podía tocar a nadie y nadie hubiese querido tocarla pues por la ley judía, era inmunda y el que la tocare era considerado inmundo también.

A medida que pasaba el tiempo y la gente contaba sobre los milagros de Jesús, su corazón latía con más fuerza cada vez que pensaba que el Maestro la podía curar.  Pero, ¿Cómo llegar?, todos conocían su condición, y la multitud apretaba todo el tiempo al Maestro.  Su determinación y su esperanza en curarse fortalecieron su voluntad.  Se cubrió lo más que pudo para que no la reconocieran y fuera a ser rechazada y acercándose sigilosamente al Maestro entre aquella multitud,  cuando estuvo a su espalda, se agachó y con toda su fe tocó el vestido de Jesús.  “Si tan solo tocare su vestido, seré sana”.  Esa era la idea que traía en su mente y que la hizo salir de su casa y meterse entre la multitud en busca del Maestro.

No tenía fuerzas para darle la cara y pedirle un favor como ese en medio de tanta gente. ¿Y si el Maestro no la atendía? ¿Y si la multitud no aprobaba su atrevimiento y la apedreaban, se burlaban o hacían más escarnio de su situación?  Eran muchas las dudas para enfrentar la multitud y llegar al Maestro a pedir sanidad, pero su determinación y su fe le indicaban que tan solo con tocarle el vestido sanaría. Así se acercó por detrás del Maestro y tocó con su mano derecha su vestido. 

De inmediato sintió el cambio fisiológico que se operó en su cuerpo. La fuerza de vida la llenó de los pies a la cabeza y sabía que había sido sanada con solo tocar su vestido.  El Maestro percibió el toque de fe de la mujer y volviéndose a ella preguntó: ¿Quién me ha tocado? Porque sintió en si mismo la virtud que había salido de él.  Volviéndose a la compañía, dijo: ¿Quién ha tocado mi vestido? Y le dijeron sus discípulos: Ves que la multitud te aprieta y dices: ¿Quién te ha tocado? Y el miraba alrededor para ver a la que le había hecho esto.  Entonces la mujer, temiendo y temblando, sabiendo lo que había hecho sin permiso, vino y se postró delante de él y le dijo toda la verdad.  Jesús le dijo: “Hija, tu fe te ha hecho salva, ve en paz y queda sana de tu azote.”  Como podemos imaginar, desde ese momento la vida de esa mujer cambió radicalmente.

Este es otro caso donde los médicos de su tiempo no pudieron tratar exitosamente porque se trataba de una condición física causada por un trauma de violencia que se repite a menudo en nuestra sociedad y que causa un daño emocional tan grande, que se proyecta de diferentes maneras durante la vida de quien lo sufre.  De acuerdo con las circunstancias en que se produce la violación, de la edad en que ocurre y de cómo se enfrenta el problema y al violador, son los resultados a corto y a largo plazo.  En el caso que nos ocupa, esta mujer, a una edad muy temprana, recibió un daño que por mucho tiempo minó su salud y arruinó su vida.  Para mayor desgracia, había gastado todo lo que tenía en médicos que no pudieron ayudarla e hicieron más miserable su vida.

Sin esperanza, sin dinero y con la mala experiencia sufrida, se resignó a sufrir en silencio su desgracia y se aisló en su hogar para no sufrir más la vergüenza pública que eso representaba.  Así pasaron 12 largos años de aislamiento, miseria y soledad hasta que oyó hablar del Maestro que curaba toda clase de enfermos y enfermedades.  Pero ¿cómo llegar a él?, no tenía muchas fuerzas ni energías porque la pérdida constante de sangre y su baja hemoglobina, minaban sus fuerzas y vitalidad.  Tenía que esperar a que algún día el Maestro pasara cerca de su casa para tener acceso a uno de sus milagros.   No perdió la fe ni la esperanza, y un buen día de sábado, se presentó la oportunidad y estando cerca, se cubrió para que no la reconocieran y salió en busca del Maestro. Según Marcos 5:24, le seguía a Jesús una gran compañía de gente y “le apretaban.”  Ella se agachó para no ser descubierta hasta llegar al Maestro y tocar su vestido.  De inmediato, sintió el cambio que se operó en su cuerpo.  Recibió una transfusión de sangre de vida y energía que transformó de inmediato su organismo débil y cansado. Esa nueva vitalidad le dio fuerzas para enfrentarse a la realidad y confesar su verdad al Maestro: Se acaba de robar algo que estaba disponible para ella y para todos los enfermos.   A eso vino el Maestro y tan pronto sintió el toque de fe de la mujer, se viró atrás para conocerla personalmente y darle su bendición y su aprobación al acto de la fe de alguien que había sufrido mucho y no tenía fuerzas para discutir su condición ni esperar mucho tiempo compitiendo con tantos enfermos que acudían al Maestro.  No quería arriesgar la oportunidad de curarse cuando el Cristo sanador pasaba cerca de su casa.  Ese era el momento que esperaba y a pesar de su agotamiento físico, y su desesperanza con los médicos de su tiempo, salió decidida a obtener su curación milagrosa.  Hoy día, hay muchas enfermedades que los médicos de este tiempo no pueden curar. También hay muchos enfermos que por esa misma causa han perdido la esperanza de curarse.  Sin embargo, el taumaturgo de Galilea está tan disponible a curarlos hoy como lo estuvo el día que esta mujer tocó su vestido con fe de curarse.  Ese sábado inolvidable para ella, sigue vigente para nosotros hoy, y aunque los tiempos han cambiado, la virtud sanadora del Maestro ha quedado viva en la naturaleza, en la tierra, en su palabra y en una promesa que se cumple cada vez que alguien enfermo y desesperanzado, sale a buscar al Maestro para tocar su vestido con fe.  Si a los médicos les gusta o no les gusta esa competencia, eso es problema de ellos, pero para el enfermo que sufre, es vida de calidad y abundancia. 

Desde muy temprano en la historia, el Señor dijo: “Si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, e hicieres lo recto delante de sus ojos, y dieres oído a sus mandamientos, y guardares todos sus estatutos, ninguna enfermedad de las que envié a los egipcios (al mundo) te enviaré a ti; porque yo soy Jehová tu Sanador” (Éxodo 15:26).

Vean que hay unas condiciones para que se produzca una verdadera curación: Primeramente, hay que oír la voz del Señor y actuar rectamente delante de sus ojos, oír y guardar sus mandamientos y estatutos, y ninguna enfermedad de las que sufre el mundo vendrá a sus hijos obedientes.  Estas tres condiciones están resumidas en la última curación que se registra en los evangelios: La curación del ciego de nacimiento que marca el modelo de las curaciones que se harán en el futuro cercano cuando Cristo no estuviera en persona entre nosotros curando enfermos.  Ese trabajo lo harían los discípulos y la iglesia cristiana que lleva su nombre.  Pero esa iglesia no ha cumplido su importante misión de curar enfermos como lo hizo el Maestro, y ha delegado su responsabilidad a los médicos y a los hospitales de este tiempo, que al igual que los del tiempo de Jesús, arruinan la salud con drogas y la economía con los altos y costosos tratamientos que, al fin y al cabo, nada curan.  El mismo que intervino en la curación de la mujer de esta historia, está esperando por los discípulos que, en esta fase negra de la historia de la medicina convencional de hoy, curen efectivamente los enfermos que, con fe, se acerquen a tocar el manto del Maestro.

3 comentarios sobre “La Fe, ¿Te puede Sanar?

  1. Dios tiene el control de todo. Me da mucha tristeza ver como mis hermanos en Cristo andan como borregos al matadero. Si la Fe esta puesta en Dios no debes creer en mas nada. Maldito el hombre que confia en otro hombre. Cristianos ciegos y dormidos y se atreven a decirme loca por pensar asi.

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